Llegar tarde también es cumplir (si lo haces por algo que importa)

No siempre se trata de llegar a tiempo, sino de estar. Incluso con ojeras, incluso tarde. Jorge reflexiona sobre los hábitos, la constancia y lo que ocurre cuando un correo deja de ser un simple mensaje… y se vuelve parte de ti.

Vale, llego tarde.

Pero por algo bueno.

Lo dije.
 Prometí que no fallaría.
 Ni aunque estuviera en Disneyland.

Y era verdad.
 No he fallado.
 Solo he llegado un poco tarde.
(Si eres de los que revisa esto al minuto de llegar… gracias. Me haces sentir observado, pero bien.)

Acabo de llegar a casa.
 Literal.
 Maleta al suelo y portátil abierto.

¿Por qué no lo dejé programado?

Porque quería saber si alguien lo echaba de menos.
 Un poco de ego, lo reconozco.
 Pero también era una prueba.

A ver si este email ya era rutina.
 Si alguien lo esperaba.
 Si alguien lo leía.
 Si alguien lo sentía.

Porque cuando algo se vuelve hábito…
 también se vuelve necesario.
 Como entrenar.
 Como escuchar.
 Como sostener.

Y de eso quería hablarte hoy.

De lo importante que es estar.
Aunque sea tarde.
Aunque sea con ojeras.
Aunque sea después de lo que sea.

Pero ojo con los hábitos…

Porque si son malos:
 llegar tarde, hablar sin respeto, reaccionar mal, no escuchar, gritar para hacerte notar…
 también se vuelven necesarios.

Y eso… ya es un problema.

Así que si hoy tú también has llegado tarde a algo,
 pero has cumplido…

Bienvenido.
 Somos del mismo club.

Pero no lo convirtamos en rutina.

Seguimos, Férrikos.
 — Jorge